Un terremoto, dos Italias

Arquata y Norcia sufrieron por igual el temblor, pero en una murieron 49 personas y en otra, ninguna

Pablo Ordaz
María Salas Oraá
Arquata, El País
Hay una Italia del día a día y una Italia de las tragedias. La de diario se desespera ante la corrupción de sus políticos, la afición de muchos ciudadanos a saltarse las normas y la frustración general por no estar a la altura de su historia, su cultura y su belleza. La otra Italia es la que acude al rescate de los náufragos del Prestige, salva a miles de migrantes de una muerte segura en el Mediterráneo o lucha con sus manos por rescatar con vida a las víctimas del terremoto. Esas dos Italias, la que es y la que quiere ser, están representadas en Arquata y Norcia. Las dos localidades vecinas sufrieron por igual la sacudida del terremoto, pero en Arquata murieron 49 personas y en Norcia, pese a triplicar la población, se salvaron todos. La explicación está en una planificación antisísmica ejecutada durante años por gobernantes y ciudadanos. Eso que tanto le cuesta a la otra Italia.


Los bomberos le llaman “zona roja” a las calles tan golpeadas por el terremoto que los pocos edificios que han quedado en pie pueden derrumbarse de un momento a otro. En Arquata, todo el pueblo es zona roja. Un doble cordón de seguridad –el primero formado por militares, el segundo, por agentes del cuerpo de Carabineros—evita que los vecinos puedan entrar a recuperar sus efectos más preciados o los periodistas a grabar las imágenes de la tragedia. Hay quien, empujado por la necesidad de recuperar los ahorros escondidos en un cajón o las joyas de la abuela, lucha a brazo partido por convencer inútilmente a los agentes. La respuesta es casi siempre la misma: “Si les dejásemos entrar, estaríamos permitiendo que se jugaran la vida”.

Aunque lo parezca, no es una exageración. Una visita –bajo la supervisión de un retén de bomberos—a la “zona roja” de Arquata resulta sobrecogedora. Caminar entre los escombros que la madrugada del pasado miércoles acabaron con la vida de 49 vecinos permite descubrir una ventana desde la que se ve el abismo. Solo que mirándola desde fuera. La casa que había detrás se desplomó con sus moradores barranco abajo. La belleza de Arquata tenía mucho que ver con el vértigo. Su barrio histórico está –o tal vez habría que escribir estaba- colgado sobre una roca desde la que se divisan dos parques nacionales y los confines de tres regiones que la circundan, Lazio, Umbría y Los Abruzos. El terremoto –y tal vez la temeridad de no haber adaptado las viejas casas al peligro sísmico- acabó en apenas unos minutos con una historia que se remonta a la Edad Media.

La otra cara de la moneda se encuentra a solo 40 kilómetros. La localidad de Norcia, en Umbría, ya se conoce en Italia como "el pueblo del milagro" porque ninguno de sus más de 4.500 habitantes ha muerto, si bien su fortuna no tiene que ver ni con los rezos ni con el azar. A pesar de ser más poblada que Amatrice, la localidad más golpeada por el terremoto (alrededor de 2.500 habitantes, de lo que al menos 230 han muerto) y por supuesto Arquata del Tronto (1.300 vecinos y 49 fallecidos), todos sus vecinos han sobrevivido al gran temblor del miércoles, a las más de 1.000 réplicas e incluso, la madrugada del sábado, se convirtió en el epicentro de un nuevo temblor de magnitud 4.

La razón es que, a diferencia de la mayoría de los pueblos de una zona tan sísmica, reaccionó de la manera adecuada a un gran terremoto sufrido en 1979 y en el que murieron cinco personas. Se decidió entonces hacer un buen plan de reconstrucción para intentar blindarse ante la fuerza de la naturaleza. Enseguida se empezó a construir teniendo en cuenta el peligro sísmico y, a comienzos de los años 80, se diseñó un plan para que los muros no cayeran en caso de seísmos. Norcia se convirtió en la primera localidad del centro de Italia en aplicar medidas antisísmicas. El actual alcalde, Nicola Alemanno, explica que la prevención va más allá de las decisiones técnicas: “Tiene que empezar en los colegios, cuando se es pequeño. Es la única forma de que entre a formar parte del patrimonio cultural de todos. La prevención, más que ser un problema material, es un problema cultural”.
Un terremoto, dos Italias

El acalde resalta la necesidad de que constructores y vecinos se impliquen en la protección de sus casas, invirtiendo sus propios fondos, y no dejando su propia seguridad en manos de la administración público. Y advierte: “En Norcia, el capital privado ha coparticipado siempre en los gastos generales para la reestructuración. Estas medidas, adoptadas de forma seria, han hecho que nuestros edificios logren salvar centenares de vidas humanas. Un edificio es antisísmico cuando no se cae como consecuencia de un terremoto, esa es la diferencia sustancial. Nosotros hemos tenido muchos edificios dañados, pero no se han derrumbado encima de las personas”. Como queriéndole dar la razón, el terremoto dañó algunas de las carreteras de acceso a Norcia, dejándolo casi aislado, casi solo en su manera de entender la lucha contra la fatalidad.

El problema es que Norcia, todavía, es la excepción. Filippo Delle Piane, ingeniero y presidente de la asociación de constructores Ance, lo demuestra con datos. "De 5.800 hospitales de Italia, más del 30% tiene riesgo sísmico y 2.000 escuelas están anticuadas, aunque no necesariamente en peligro. Es cierto que el riesgo cero, si es que existiese, no será posible durante años. Pero las medidas de seguridad en el patrimonio inmobiliario no se pueden seguir posponiendo. Italia gasta 3.500 millones de euros al año solo en emergencias, entre inundaciones y terremotos. Somos el primer receptor de fondos europeos de emergencias. Esto querrá decir algo".

La situación que dibuja el ingeniero Della Piane interpela directamente a las máximas autoridades del país, que este sábado asistieron en Ascoli Piceno al primer funeral por las víctimas, que ya ascienden a 291. El presidente de la República, Sergio Mattarella, y el primer ministro, Matteo Renzi, confortaron a los familias ante los ataúdes –muchos de ellos blancos—de sus seres queridos, pero también recibieron algún consejo. Renzi se detuvo a hablar con los afectados y les prometió que su Gobierno "está y estará" a su lado. Precisamente, esa fue la petición que hizo el alcalde de Amatrice, Sergio Pirozzi, a Mattarella, después de mostrarle lo dañado que ha quedado su pueblo. "Usted puede ser recordado como el primer presidente de la República que hace una reconstrucción en tiempo récord. No deje pasar esta oportunidad".

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